Este nuevo aniversario del fusilamiento del maestro neuquino Carlos Fuentealba por el gatillo del poder estatal es una buena oportunidad para reflexionar sobre cuestiones que tienen que ver con la muerte de un planeta en manos de un sistema socioeconómico que es la quintaesencia del saqueo y la devastación y de cómo no lo vemos porque la educación medioambiental no es regateada, cuando no, directamente ocultada.
Uno de los temas más tratados y propuestos durante la sesión plenaria realizada el 21 de septiembre al cierre del 1er Encuentro Ambientalista Nacional fue el relacionado con la educación sobre las cuestiones medioambientales.
El representante del Departamento de Medio Ambiente de CTA Capital calificó a “la educación como el único medio para enfrentar y evitar que surjan nuevos problemas” y recordó la reciente aprobación de la Ley de Educación Ambiental de la Ciudad de Bs. As. Vale aclarar que el Gobierno de la Ciudad nunca destinó los fondos necesarios para que el Ministerio de Educación pueda dar cumplimiento a la Ley de Educación Ambiental.
A escala nacional, la recientemente aprobada Ley de Educación Nacional, sirvió para reforzar la campaña electoral del Ministerio de Educación pero nada se ha hecho con lo que la misma indica en materia ambiental. Según el Art. 89 de esta ley, el ministerio a cargo de Daniel Filmus debería disponer “las medidas necesarias para proveer la educación ambiental en todos los niveles y modalidades del Sistema Educativo Nacional, con la finalidad de promover valores, comportamientos y actitudes que sean acordes con un ambiente equilibrado y la protección de la diversidad biológica; que propendan a la preservación de los recursos naturales y a su utilización sostenible y que mejoren la calidad de vida de la población”. Por ahora, letra muerta.
No queremos imaginar qué pensarían de sus gobernantes los damnificados por las invasiones mineras, por la devastación de los bosques a manos de las topadoras sojeras y por las cuencas contaminadas si este tipo de educación llegara a sus hogares. Quizá por eso no tengamos una verdadera educación ambiental.
¿Qué saben nuestros hijos (y nosotros) de cómo la naturaleza regula el clima? ¿Qué sabemos del funcionamiento de un bosque o de los ecosistemas marinos? ¿Qué conocemos de la dinámica de los cursos de agua y acuíferos? Poco menos que nada y, por tanto, no podemos entender ni valorar lo que nos están robando o, para ser más explícitos, lo que le estamos robando a nuestro hijos ni la catástrofe ecológica que les heredamos día a día.
Un encumbrado ecologista, James Lovelock (creador de la Teoría de Gaia), llegó a afirmar en “La Venganza de la Tierra” que “para paliar las consecuencias de la catástrofes se debería comenzar (ya mismo) a escribir una guía para ayudar a nuestros supervivientes a que reconstruyan nuestra civilización sin cometer nuestros errores”. Necesitamos educación ambiental con dramática urgencia: conceptos como biosfera, fotosíntesis, ciclos del agua, del carbono y del nitrógeno, metabolismo, evolución y biodiversidad deberían ser parte de la currícula prioritaria de nuestros escolares que pierden horas y horas con ciencias muertas.
La Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano de Estocolmo de 1972 concluía que es “esencial que los medios de comunicación de masas eviten contribuir al deterioro del medio humano y difundan, por el contrario, información de carácter educativo sobre la necesidad de protegerlo y mejorarlo”. La Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro (1992) también remarcaba la necesidad del fomento de la educación, la capacitación, y la toma de conciencia. El mensaje de todos los luchadores ambientales es recurrente en este sentido.
Hace casi un año se realizaba en Chapadmalal el 2do Congreso de Educación Ambiental de la República Argentina organizado por CTERA, SUTEBA y la Red de Educadores Ambientales. El Taller denominado “Educación Ambiental en los Medios de Comunicación” concluía que los medios deben “posibilitar la formación de ciudadanos que respeten la diversidad y se reconozcan como parte de la naturaleza” y “promover relaciones armónicas del hombre con la tierra”, y señalaba que “los medios de comunicación manejados por los grupos dominantes imponen una cultura consumista incompatible con los principios del desarrollo sustentable”.
Es lógico que a los medios masivos poco les importe la educación ambiental. No es una cuestión de rating sino, sencillamente de “no avivar giles” o más bien de hacerles creer que el sistema encontrará los medios para autorregularse o autocorregirse. Nada más falso. Una educación ambiental de calidad debe necesariamente llevar al educando a la conclusión de que este sistema socioeconómico es intrínsecamente ecocida. Y eso es algo que el poder no se puede permitir…
M. S.
Uno de los temas más tratados y propuestos durante la sesión plenaria realizada el 21 de septiembre al cierre del 1er Encuentro Ambientalista Nacional fue el relacionado con la educación sobre las cuestiones medioambientales.
El representante del Departamento de Medio Ambiente de CTA Capital calificó a “la educación como el único medio para enfrentar y evitar que surjan nuevos problemas” y recordó la reciente aprobación de la Ley de Educación Ambiental de la Ciudad de Bs. As. Vale aclarar que el Gobierno de la Ciudad nunca destinó los fondos necesarios para que el Ministerio de Educación pueda dar cumplimiento a la Ley de Educación Ambiental.
A escala nacional, la recientemente aprobada Ley de Educación Nacional, sirvió para reforzar la campaña electoral del Ministerio de Educación pero nada se ha hecho con lo que la misma indica en materia ambiental. Según el Art. 89 de esta ley, el ministerio a cargo de Daniel Filmus debería disponer “las medidas necesarias para proveer la educación ambiental en todos los niveles y modalidades del Sistema Educativo Nacional, con la finalidad de promover valores, comportamientos y actitudes que sean acordes con un ambiente equilibrado y la protección de la diversidad biológica; que propendan a la preservación de los recursos naturales y a su utilización sostenible y que mejoren la calidad de vida de la población”. Por ahora, letra muerta.
No queremos imaginar qué pensarían de sus gobernantes los damnificados por las invasiones mineras, por la devastación de los bosques a manos de las topadoras sojeras y por las cuencas contaminadas si este tipo de educación llegara a sus hogares. Quizá por eso no tengamos una verdadera educación ambiental.
¿Qué saben nuestros hijos (y nosotros) de cómo la naturaleza regula el clima? ¿Qué sabemos del funcionamiento de un bosque o de los ecosistemas marinos? ¿Qué conocemos de la dinámica de los cursos de agua y acuíferos? Poco menos que nada y, por tanto, no podemos entender ni valorar lo que nos están robando o, para ser más explícitos, lo que le estamos robando a nuestro hijos ni la catástrofe ecológica que les heredamos día a día.
Un encumbrado ecologista, James Lovelock (creador de la Teoría de Gaia), llegó a afirmar en “La Venganza de la Tierra” que “para paliar las consecuencias de la catástrofes se debería comenzar (ya mismo) a escribir una guía para ayudar a nuestros supervivientes a que reconstruyan nuestra civilización sin cometer nuestros errores”. Necesitamos educación ambiental con dramática urgencia: conceptos como biosfera, fotosíntesis, ciclos del agua, del carbono y del nitrógeno, metabolismo, evolución y biodiversidad deberían ser parte de la currícula prioritaria de nuestros escolares que pierden horas y horas con ciencias muertas.
La Conferencia de Naciones Unidas sobre Medio Ambiente Humano de Estocolmo de 1972 concluía que es “esencial que los medios de comunicación de masas eviten contribuir al deterioro del medio humano y difundan, por el contrario, información de carácter educativo sobre la necesidad de protegerlo y mejorarlo”. La Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro (1992) también remarcaba la necesidad del fomento de la educación, la capacitación, y la toma de conciencia. El mensaje de todos los luchadores ambientales es recurrente en este sentido.
Hace casi un año se realizaba en Chapadmalal el 2do Congreso de Educación Ambiental de la República Argentina organizado por CTERA, SUTEBA y la Red de Educadores Ambientales. El Taller denominado “Educación Ambiental en los Medios de Comunicación” concluía que los medios deben “posibilitar la formación de ciudadanos que respeten la diversidad y se reconozcan como parte de la naturaleza” y “promover relaciones armónicas del hombre con la tierra”, y señalaba que “los medios de comunicación manejados por los grupos dominantes imponen una cultura consumista incompatible con los principios del desarrollo sustentable”.
Es lógico que a los medios masivos poco les importe la educación ambiental. No es una cuestión de rating sino, sencillamente de “no avivar giles” o más bien de hacerles creer que el sistema encontrará los medios para autorregularse o autocorregirse. Nada más falso. Una educación ambiental de calidad debe necesariamente llevar al educando a la conclusión de que este sistema socioeconómico es intrínsecamente ecocida. Y eso es algo que el poder no se puede permitir…
M. S.
Programa del 4 de octubre de 2007
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