martes, 16 de septiembre de 2008

LA SEQUÍA ARRASA A LA ARGENTINA: NO SIEMPRE EL QUE LAS HACE LAS PAGA

Para una buena parte de los productores agropecuarios se trata de la peor sequía de los últimos 20 años; muchos otros no recuerdan nada peor en el último medio siglo. Sin embargo, por la extensión y profundidad de la sequía, estamos enfrentando un hecho sin precedentes y nada hace suponer que la situación no siga de mal en peor.

Según el Servicio Meteorológico Nacional, la sequía que padece gran parte del país se debe a una disminución de las lluvias desde 2007 como consecuencia de una conjunción de factores climáticos, principalmente al fenómeno de "La Niña", es decir, a un enfriamiento por debajo del promedio de la temperatura del mar a la altura del ecuador, que enfría el aire, el cual absorbe menos vapor y trae menos lluvias. La verdad es mucho más penosa:

La producción agroindustrial de soja a gran escala con fines de exportación conlleva graves consecuencias para el medio ambiente y la salud de nuestras comunidades y ecosistemas. Presenciamos la destrucción de la tierra fértil, el desmonte de los bosques nativos, la contaminación de la tierra y el agua con agrotóxicos, las fumigaciones con glifosato de los campos, la pérdida de biodiversidad, el desalojo de miles de campesinos agricultores, inequidad social, la pobreza, la malnutrición, la pérdida de nuestra soberanía alimentaria y, por supuesto, los efectos catastróficos en el clima.

Las pérdidas económicas son cuantiosas y se siguen incrementando: cerca de 1000 millones de dólares sólo por la disminución en la superficie sembrada con trigo y maíz. Rápidamente nos vamos acercando al millón de cabezas de ganado perdidas en las provincias de Buenos Aires, Santa Fe, La Pampa, Chaco, Río Negro y Corrientes.

Salvo la costa este de la provincia de Buenos Aires, Misiones, una delgada franja en el este de Corrientes y una angosta en el sudoeste de Mendoza, oeste de Neuquén y noroeste de Río Negro, el resto de La Argentina está padeciendo una sequía pavorosa. En la zona ubicada en el noroeste de Santa Fe, noreste de Córdoba, este de Santiago del Estero, centro del Chaco y Formosa, la sequía es absoluta. En esa zona, y en el mejor de los casos, las lluvias que cayeron en lo que va del año representan apenas una quinta parte de los “valores normales para la zona”. En Río Negro, el gobierno provincial declaró diversas áreas como "zona de desastre agropecuario". Prácticamente ninguna de las áreas productivas de La Argentina se salva de los efectos de “la seca”.

En Buenos Aires, la reducción de la superficie sembrada de trigo es del orden del 30%; en Córdoba el retroceso ronda el 50% y en el Chaco directamente no se pudo sembrar trigo y el área dedicada al girasol se redujo a la mitad. El maíz tampoco se va a salvar de la merma.

Las vacas muertas forman parte no sólo del paisaje Chaqueño. La devastación llegó hasta Pergamino, a dos horas de la Capital Federal. No sólo no hay agua, no hay qué darles de comer y los tamberos las venden por nueve pesos o sacrifican a sus terneros. Las vacas que sobreviven no producen ni la tercera parte de la leche a la que estaban habituadas. La mortandad de peces en los ríos de la zona más castigada es también altísima.

En las represas de Alicurá, Piedra del Águila y Arroyito cuentan cada gota de sus embalses. Las chacras del Alto Valle y el Valle Medio rionegrinos están pagando el precio de una política energética poco menos que improvisada.

Engañosamente algunos comparan la actual sequía con la ocurrida a fines de los ’60 o la de fines de los ‘80. Esta es muy diferente, la merma en las lluvias se viene experimentando ya desde el invierno del año pasado. Nos guste o no, lo venimos advirtiendo hace años, la sequía llegó para quedarse.

Este panorama desolador desde el punto de vista económico es la perfecta contracara de la catástrofe ambiental que venimos denunciando. La devastación de nuestros recursos naturales, particularmente nuestros bosques nativos por el avance de la frontera agropecuaria de la mano del paquete tecnológico de los transgénicos es la causa principal de esta sequía de proporciones bíblicas. La sequedad de la tierra es proporcional a la ambición de nuestros gobernantes y empresarios que han sacrificado nuestros sistemas naturales en el altar de la revolución biotecnológica en lo que configura, lo hemos dicho tantas veces, una economía de saqueo a gran escala. Un perfil productivo de neto corte minero.

Ciegos de toda ceguera, el poder “ejecutivo”, en un alarde de patetismo, hace pocos días declaró en emergencia a cinco de las provincias agropecuarias afectadas y anunció una ayuda financiera para paliar los efectos de la sequía. ¿Repondrán el bosque que se llevaron? ¿El único que puede devolvernos las tan ansiadas lluvias? Los dirigentes ruralistas no parecen más lúcidos (o más honestos): el presidente de la Federación Agraria Argentina, Eduardo Buzzi, dijo ayer que “el actual sistema de emergencia y desastre agropecuario es ineficiente y tardío”, y “reclamó una asistencia extraordinaria urgente”. Buzzi, y nos ponemos a su disposición, necesita una clase urgente de ecología.

La sequía también ha catalizado enorme cantidad de focos de incendio, muchos de ellos intencionales con el propósito de liberar tierras para la soja trasladando el ganado a zonas marginales. Más de veinte importantes incendios se registraron durante los últimos días en Santa Fe. Tampoco Corrientes se salva del infierno. En Córdoba, las llamas avanzan en un frente de 30 kilómetros en la zona de las Sierras Chicas y el Valle de Punilla afectando zonas cercanas a La Falda, Capilla del Monte y La Cumbre. Mientras tanto, la secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable, Romina Picolotti, y el gobernador de esa provincia, Juan Schiaretti (que debe su carrera política a los patriarcas sojeros y aceiteros), sobrevuelan la zona afectada por los incendios. Podemos quedarnos tranquilos.

En San Juan, provincia donde las mineras está produciendo un verdadero “holocausto hidráulico”, consumiendo y contaminando cientos de litros de agua por segundo, el gobernador José Luís Gioja decidió tener un gesto de “solidaridad” con las provincias afectadas por la sequía: dispuso la adquisición y el envío de 190.000 fardos de forraje para alimentar los animales moribundos. Se nos llenan los ojos de lágrimas…

Los grandes medios hacen un esfuerzo enorme para mostrar a la sequía como fenómenos aislados y localizados. Sin embargo se trata de un fenómeno sistémico, la respuesta de una tierra enferma arrasada por los agronegocios. Mal que nos pese, el futuro ya llegó…

M.S.
Programa del 4 de septiembre de 2008

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