viernes, 23 de noviembre de 2007

FLOR DE LINO

La semana pasada, la actual primera dama electa presidente anunció el gabinete de ministros con que comenzará su gobierno. Entre los anuncios se incluyó la creación de un nuevo ministerio que se llamaría de “Ciencia, Tecnología e Innovación Productiva” y estará a cargo de José Lino Barañao. La prensa oficial se apuró en mostrarlo a la “opinión pública” como un científico destacado y respetado por sus pares. Sin embargo, ¿qué intereses defiende Lino Barañao? El científico anticipó, tratando de ponerle a la foto su mejor perfil “productivista”, que intentará ser el "ministro de la globalización" y que si bien "la globalización tiene también aspectos negativos, no está globalizado el usufructo de la riqueza" ¿Está seguro Don Lino?

Lino Barañao, Doctor en Química de la UBA, es actualmente presidente de la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica, dependiente de la Secretaría de Ciencia y Técnica, la que a su vez depende del Ministerio de Educación, Ciencia y Tecnología. Además es investigador del Consejo Nacional de Investigaciones Científicas y Técnicas (CONICET) en el Instituto de Biología y Medicina Experimental en el área de la biotecnología animal aplicadas a la reproducción bovina.

Hace casi un año, el investigador Independiente del CONICET, Eduardo R. Saguier, denunció la existencia de una enorme red de corrupción entre el CONICET, sus Comisiones Asesoras, las Universidades Nacionales, sus Consejos Directivos y las Secretarías de Ciencia y Técnica.

Dentro de esta red, la Agencia Nacional de Promoción Científica y Tecnológica cumpliría un rol fundamental en esta “cadena de la felicidad” utilizada para el beneficio personal, la cooptación de científicos para intereses políticos y privados y el desvío de fondos a empresas privadas. La denuncia nunca fue refutada en forma consistente y en la misma se consignaba cómo medio centenar de Coordinadores de Áreas de la Agencia Científico-Técnica, setenta miembros de las Comisiones Asesoras del CONICET y medio centenar de Secretarios de Ciencia y Técnica de las Facultades y Universidades Nacionales se habrían otorgado subsidios a sí mismos o a terceros que son afines por amistad o parentesco.

Este entramado no es reciente pero cobra fuerza en 1997 cuando se forma la ANPCYT y se fortalece en nuestros días. Unos dos mil “investigadores”, que son “jueces y parte”, reciben anualmente un promedio de 100.000 dólares cada uno. El que “parte y reparte se lleva la mejor parte”: en el 2001 el propio Lino Barañao participó del reparto con un subsidio de $140.000. ¿Preocupante?

La Agencia que lidera Barañao desde 2003 maneja el Fondo para la Investigación Científica y Tecnológica (FONCYT) y el Fondo Tecnológico Argentino (FONTAR), unos 510 millones de dólres en total. El FONCYT dirigido a institutos de investigación y el FONTAR orientado claramente a empresas. EL FONTAR recibe sus fondos principalmente de créditos del Banco Interamericano de Desarrollo (BID), como el destinado al Programa de Modernización Tecnológica. Pero claro, a pesar de las contrapartes que debe aportar el Tesoro Nacional, el BID impone sus condiciones y Lino las acata…

Hace un año, el Grupo de Gestión de Políticas de Estado en Ciencia y Tecnología con la adhesión de más de 1.600 Personas y 89 Instituciones presentó al FONTAR un proyecto solicitando financiación para un Programa de Producción Pública de Medicamentos que incluía además el desarrollo de la capacidad de sintetizar drogas en nuestro país, capacidad con la que hoy La Argentina no cuenta. Lamentablemente, el Dr. Lino Barañao rechazó el proyecto argumentando que los dineros del FONTAR estaban destinados a empresas y PYMES. De esta manera, el discurso de Barañao se derrumba en los hechos ya que sus intereses están en otro lado. Sin embargo hay otro asunto mucho más interesante asociado a Barañao.

En 1991, cuando las multinacionales de los agronegocios habían definido a La Argentina como el gran campo de experimentación de cultivos transgénicos, el gobierno de Menem creó un órgano de “asesoramiento” técnico del Secretario de Agricultura: la Comisión Nacional Asesora de Biotecnología Agropecuaria (CONABIA). La CONABIA se encarga de regular la liberación al ambiente de materiales animales y vegetales obtenidos mediante ingeniería genética.

La CONABIA está constituida por representantes de los sectores público y privado interesados en los grandes negocios transgénicos, por ende, se comporta como un colador y nada está prohibido. A modo de ejemplo: el evento T25 del maíz transgénico de Bayer, el denominado Liberty Link, está prohibido en Brasil pero en nuestro país fue autorizado por la CONABIA en junio de 1998.

Dentro de este grupo “interdisciplinario e interinstitucional” se encuentra el CONICET, y adivinen quién participa de la CONABIA en representación del CONICET. Claro que sí, el nuevo adalid del desarrollo científico nacional y popular: el Dr. Lino Barañao. El mismo que participó en 2004 de la elaboración del “Plan Estratégico 2005-2015 para el Desarrollo de la Biotecnología Agropecuaria” que el Ministerio de Economía de Kirchner y Lavagna redactó a la medida de las corporaciones como Advanta, Bayer, Nidera, Syngenta y Monsanto.

La alquimia transgénica ha tenido rutilantes fracasos como la clonada oveja Dolly, “creada” en 1997 y sacrificada en 2003 con signos evidentes de envejecimiento prematuro. Asimismo, los cultivos transgénicos han ocasionado (y siguen ocasionando) severos impactos ecológicos, ambientales y socioeconómicos que obliga a las multinacionales de los agronegocios a destinar una parte de sus ingentes ganancias a una profusa propaganda en los medios, al soborno de funcionarios y a la cooptación de científicos; algunos ocupan encumbrados cargos públicos…

M. S.
Programa del 23 de noviembre de 2007

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