viernes, 21 de marzo de 2008

CONVENIO MARCO ANTITABACO: EL SENADO LUCRA CON LOS NICOTINÓMANOS

El estudio epidemiológico más grande realizado hasta hoy en América Latina ha identificado a Buenos Aires como la ciudad de la región cuyos habitantes presentan el riesgo más elevado de sufrir un infarto u otro trauma vascular. El “Cardiovascular Risk Factors Multiple Evaluation in Latin America” evaluó la predominancia de los factores de riesgo cardiovascular en un total de 11.550 adultos de siete ciudades de América latina: Barquisimeto, Bogotá, Buenos Aires, Lima, México DF, Quito y Santiago de Chile. El estudio, una iniciativa de la Fundación Interamericana del Corazón y de la Sociedad Latinoamericana de Hipertensión, fue financiado por la farmacéutica Pfizer y en La Argentina fue coordinado por el Centro de Educación Médica e Investigaciones Clínicas.

En Buenos Aires, el 12,1% de las personas de entre 25 y 64 años presentaron un riesgo cardiovascular elevado, es decir, que tienen un riesgo superior al 20% de padecer un infarto o un accidente cerebrovascular en los próximos 10 años. Las causas obedecen a los altos índices de hipertensión arterial, colesterol y tabaquismo registrados entre los porteños. Buenos Aires muestras los riesgos más altos de aterosclerosis y de niveles de hipertensión. Y en tabaquismo nos ubicamos después de Chile, con el agravante de que en Buenos Aires los hombres y las mujeres fuman por igual. Frente a este panorama y en particular frente a la pandemia del tabaquismo, ¿Por qué La Argentina nunca ratificó el Convenio Marco para el Control del Tabaco? Seguramente los Senadores "banelquizados" conocen la respuesta... [1]

En 1994, el estado norteamericano de Minnesota y la aseguradora Blue Cross-Blue Shield presentaron ante la Corte del Distrito de ese estado una demanda en contra de la Philip Morris, otras seis compañías tabacaleras y dos grupos comercializadores de tabaco, alegando que los acusados habían actuado de manera fraudulenta y violando la verdad pública para comunicar con precisión los efectos dañinos del tabaco en la salud de los fumadores. El desarrollo de este caso implicó que millones de páginas de documentos internos de la industria del tabaco, fueran puestas a conocimiento del público. Dichos documentos han mostrado que la industria ocultó información sobre el daño provocado por el consumo de tabaco y engañó a los gobiernos, a los medios y a sus clientes (los fumadores). El juicio de Minnesota, gracias a la información revelada, constituye un punto de inflexión con respecto a la visión sobre la industria tabacalera.

Esta documentación reveló cuestiones que, aunque imaginables, no dejan de ser sorprendentes: las tabacaleras conocían desde la década del 50 que fumar produce cáncer de pulmón, pero decidieron ocultarlo, negarlo y desarrollar una política tendiente a generar dudas y controversias ante cualquier comunicación científica que vinculase al tabaquismo con enfermedades. Conocían, desde la misma época, que la nicotina era una potente droga adictiva, pero no sólo decidieron ocultarlo sino que utilizaron la información científica generada en sus laboratorios para hacerla más adictiva aún y lograr mayores ventas. Hasta que los documentos del caso Minnesota salieron a la luz, a mediados de los ‘90, siguieron negando estos hechos. Más aún, las tabacaleras descubrieron que la "adictividad" de la nicotina estaba relacionada con la velocidad de impacto en el cerebro y aumentaron progresivamente esa velocidad para hacerla cada vez más adictiva, hasta llegar al día de hoy en que es la droga adictiva de más rápida acción en el cerebro (llega a él en 8 segundos), más rápida que la cocaína y la heroína. Trataron con amoníaco al tabaco para hacer más rápida la llegada de la nicotina al cerebro, logrando aumentar sus ventas en forma significativa en la década del 60 “gracias” a este descubrimiento.

Las corporaciones tabacaleras desarrollaron los cigarrillos "light" y "ultralight" como estrategia para enfrentar una creciente preocupación de los fumadores por su salud y aprovechar la ambivalencia, racionalización y autoengaño que caracteriza una adicción y, de esa forma, evitar el abandono del consumo. Hoy se sabe, que esto es un engaño, porque no sólo no disminuyen el daño, sino que incluso puede aumentarlo. La estrategia de los “light” también fue un excelente recurso económico, dado que los fumadores necesitan mantener niveles estables de nicotina en su cerebro, por lo que al pasar a cigarrillos de más bajo nivel de nicotina, deben aumentar el consumo de cigarrillos diarios para no disminuir los niveles mínimos necesarios.

Descubrieron en la década del 70 cuáles eran los niveles mínimos de nicotina necesarios para mantener la adicción, y sabían que "nadie se convertiría en fumador de cigarrillos sin nicotina", por lo que tenían claro conocimiento de que los cigarrillos eran el "envase" de un producto que ellos vendían llamado nicotina. Han pagado a instituciones e investigadores en todo el mundo para que sostengan que las concluyentes pruebas sobre el tabaquismo pasivo no son tales, creando de esa manera confusión en la población y en los gobernantes. Durante años infiltraron organismos de salud internacionales para impedir que el tema tabaquismo fuese debidamente abordado a nivel internacional.

Del doble discurso, las tabacaleras, son maestros universales: mientras se quejan de él en lo micrófonos, promueven abiertamente el contrabando para penetrar mercados y franjas etarias (a menor precio mayor consumo). El 30% de los cigarrillos que exportan las corporaciones derivan hacia el contrabando. Es más, utilizan a los “dealers” de los principales carteles de la droga porque son quienes tienen mejor aceitadas las rutas de ingreso a los mercados. Frente a la abrumadora evidencia compilada, en noviembre de 2000, la Comisión Europea demandó a las firmas estadounidenses por contrabando. En julio de 2004 la Philip Morris termina pactando con Bruselas el pago de 1.250 millones de dólares por la retirada de la demanda por contrabando…

Está muy claro que las empresas acusadas, Philip Morris (sus marcas son Marlboro, Benson & Hedges, Parliament, Virginia Slims), RJ Reynolds: (Camel, Winston, Salem) y Brown and Williamson -propiedad de la British American Tobacco- (Kool, Lucky Strike), constituyen un oligopolio que maneja el comercio mundial del tabaco y que han basado su éxito en una fabricación muy barata aplicada a un extenso mercado mundial donde los consumidores son rehenes debido a la adicción (setenta por ciento de las personas que fuman han intentado dejar de fumar, pero menos de 3% por año lo logran) y, además, estos consumidores sufren enormes daños (más de la mitad de los iniciados en la adolescencia mueren por este vicio y ven gravemente deteriorada su calidad de vida). A pesar de esto se encuentran curiosamente eximidos de normas regulatorias a la altura del producto que comercializan. Su enorme poderío económico (hablamos de una ganancia anual de más de 11.000 millones de dólares donde la quinta parte corresponde al mercado adolescente) y su gran poder político les ha permitido influir sobre gobiernos y organismos internacionales e, incluso, infiltrar cargos jerárquicos de organismos de salud internacionales, para obstaculizar las campañas contra el tabaquismo.

Indudablemente, un excelente marketing se encarga de mantener el acto de fumar como una conducta socialmente aceptable, asociada con el éxito, el placer, el manejo de los nervios, la delgadez, la libertad y el riesgo, pero lo peor es que ese mismo marketing es la principal razón del comienzo del consumo por parte de los adolescentes. ¿Se acuerdan de la publicidad de Virginia Slims? (“has recorrido un largo camino, muchacha”)

Hoy por hoy, el mercado adolescente y de las mujeres (y más específicamente el correspondiente a los países subdesarrollados) es el principal objetivo de las tabacaleras. Además, tratan de debilitar el Convenio Marco sobre Control del Tabaquismo, que viene impulsando la Organización Mundial de la Salud. Pruebas de que las tabacaleras promueven el tabaquismo entre los menores de edad sobran: una publicación interna de Nobleza-Piccardo (miembro de British American Tobacco en Argentina) titulada “Estrategias de Marca” explica claramente que: “en los Estados Unidos, Camel es el cigarrillo internacional de ‘sabor total’ para los hombres que se consideran independientes, seguros de sí mismos y con un estilo de vida individualista. Esta marca está destinada a varones urbanos, de 18 a 24 años de edad, y de nivel ABC1. Quienes recién comienzan a fumar son una parte importante del grupo objetivo”. A confesión de parte relevo de prueba…

Un estudio de 1991, publicado en el Journal of the American Medicinal Association, mostraba que los chicos de seis años reconocían a Joe Camel, relacionándolo con una marca de cigarrillos, en la misma medida en que reconocían a Mickey Mouse. Según la organización Infact y la American Cancer Society, en sólo 5 años, la cantidad de fumadores adolescentes subió más de un 10% con relación al comienzo de la campaña Joe Camel en 1988. Las actividades que promueven sensaciones afines con los jóvenes son las preferidas de las tabacaleras a la hora de invertir en publicidad. Las carreras de Fórmula 1 son un buen ejemplo. Nuevamente: los jóvenes y quienes recién comienzan a fumar son su objetivo principal, porque una vez que los agarraron no hay más elección, tienen a un adicto en sus manos.

Quince mil vidas anuales se salvarían en La Argentina si se adoptasen las reglamentaciones del tratado mundial contra el tabaco. Sin embargo, el Congreso Argentino no ratificó el Convenio Marco Antitabaco que impulsa medidas para restringir el tabaquismo y, por ende, los representantes de nuestro país han resignado su derecho a voto en la Convención de Partes y la posibilidad de calificar para recibir fondos destinados a la reconversión de productores. Como en el caso de la Ley de Bosques, gracias al eficaz “cajoneo” de los senadores de las provincias del noroeste que se deben, como dudarlo, a los intereses de las compañías tabacaleras y grandes agro-productores. Mucho dinero hay en juego y en ese caso la salud poco importa.

La realidad indica que los niños responden mal a la educación sanitaria y que los padres son agentes imperfectos que no siempre actúan en el mejor interés de sus hijos. Por ello, además de las barreras económicas, es imprescindible la total prohibición de publicidad y promoción del tabaco abarcando la totalidad de los medios incluyendo sus marcas y logotipos. Otro tanto ocurre con la prohibición absoluta de consumo de tabaco en lugares públicos y de trabajo. Se trata de normas que vienen asociadas al Convenio Marco para el Control del Tabaco.

Como no podía ser de otra manera, Menem, en octubre 1992, vetó la llamada Ley Neri que imponía la prohibición total de la publicidad de tabaco en todo el país. Hoy, en los hechos, el parlamento peronista se comporta como sus antecesor de los “dorados noventa”, dejando el “campo orégano” a las tabacaleras para que sigan haciendo pingües negocios a costa de nuestra salud.

Y, en este sentido, han sido más que “exitosos”: en 2006 se vendieron 1.989 millones de paquetes de 20 cigarrillos, lo que significó un incremento del 7% frente a los 1.865 millones del 2005, es decir que se fuma cada vez más. El senador radical jujeño Gerardo Morales justificó el cajoneo de la ratificación del Convenio Marco para el Control del Tabaco diciendo que “no hay producto que sustituya los puestos que emplea el tabaco” y su par salteño, el peronista Ricardo Gómez Diez, en otro alarde de caradurez, aseguró que “no tenemos margen para perder los empleos que ocupa el sector tabacalero”. En otras palabras, mejor morirse…

M. S.
Programa del 13 de marzo de 2008.

[1] Para quienes no estén de todo al tanto de las bondades éticas de los senadores argentinos, ver “Cronología de los fondos reservados y las coimas del Senado” en
http://www.boletinargentino.com/index.php?p=316

“Fumar es perjudicial para la salud”
• El uso del tabaco es la primera causa de muerte evitable en La Argentina y la segunda en el mundo con 5 millones de víctimas al año (cifra que se duplicará para el 2020). El 70% de esas muertes ocurren en países en desarrollo. En la Argentina mueren anualmente 40.000 personas (más de 100 por día) como consecuencia de enfermedades producidas por el tabaco, lo que equivale al 16% del total de las muertes que ocurren entre los 35 y los 69 años. Y cada año mueren 6000 no fumadores por enfermedades relacionadas con la exposición al humo del tabaco que fuman otros. El consumo de tabaco es responsable del 85% de las muertes por cáncer de pulmón y del 75% por bronquitis crónica.

• Según la OMS, 200.000 trabajadores mueren cada día en todo el mundo por la exposición al humo del tabaco, mientras que unos 700 millones de niños respiran el aire contaminado por el cigarrillo, sobre todo, en sus casas. En Argentina, más del 56% de la población económicamente activa está expuesta al humo ambiental del cigarrillo.

• En el mundo hay unos 1300 millones de fumadores, de los cuales 9 millones son argentinos. La Argentina es el tercer mayor consumidor de tabaco de América Latina y el Caribe, con el 15% de consumo total, aunque sólo alberga al 7% de la población regional. En el país fuma aproximadamente el 40% de las personas de entre 16 y 64 años, uno de los índices más altos del continente. El 35% de los fumadores son mujeres y la tendencia va en alza. 6 de 10 diez adolescentes fumaron alguna vez y la mayoría, antes de los 16 años. A los 13 años, 2 de cada 10 adolescentes fuman; a los 15 son 3 de cada 10 y a los 17, 4 de cada 10. De manera que a los 17 años la prevalencia del consumo de cigarrillos es prácticamente igual a la de los adultos.

• La nicotina es la droga de mayor consumo a lo largo de la vida, incluso comparada con el alcohol. Esta adicción, canalizada a través del vicio de fumar, reduce como mínimo 12 años la expectativa de vida. A los cuatro minutos de encender un cigarrillo el corazón produce 10 latidos más, la presión aumenta entre 2 y 3 milímetros de mercurio, las arterias se contraen y la sangre se coagula con más facilidad. El humo del cigarrillo contiene más de 4.000 componentes, de los cuales más de 50 son sustancias que producen cáncer, entre ellas: Benzopireno, Arsénico, Níquel, 1-naftilamina, 4-aminodifenil, Polonio-210, Clorato de vinil uretano, Cadmio, Anilina.

• Los costos directos anuales de la atención médica de las enfermedades atribuibles al consumo de tabaco en el servicio público representan el 18% ciento del total de gasto de salud, es decir cerca de 5000 millones de pesos anuales, lo que representa más de 12 millones al día. Una sangría para cualquier presupuesto en salud…

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