La organización Green Cross International fue fundada por Mijail Gorbachov en 1993 tomando como base la llamada Agenda 21 de la Cumbre de la Tierra de Río de Janeiro del año anterior y posee filiales en una treintena de países del mundo. En su carácter de presidente de la Green Cross, Gorbachov envió una carta personal al presidente de Uruguay, Tabaré Vázquez y a su par de La Argentina, Néstor Kirchner ofreciéndose como mediador en la resolución del conflicto originado en la instalación de la pastera de la finlandesa Botnia en Fray Bentos, sobre el Río Uruguay, justo frente a Gualeguaychú. Ambos mandatarios rechazaron el ofrecimiento puesto que se encontraban en medio de las tratativas con el facilitador del rey Juan Carlos de España.
A fines de enero de este año, la Green Cross presentó un informe basado en los análisis de los datos de concentración de dióxido de azufre en aire medidos en la zona de Ñandubaysal (un balneario entreriano cercano a la planta de Botnia), los cuales fueron obtenidos con un equipo móvil a nivel del piso entre el 11 de octubre de 2007 y el 30 de noviembre de 200 (recordemos que Botnia comenzó a producir a cerca del 70% de su capacidad a mediados de noviembre). Según este informe, Botnia no estaría contaminando el aire de Gualeguaychú pero, ¿Qué es realmente la Green Cross? ¿A qué intereses responde?
Según su "site" oficial, la Green Cross “promueve normas legales, éticas y de conducta que aseguren cambios básicos en los valores, acciones y actitudes del gobierno, el sector privado y la sociedad civil, necesarios para construir una comunidad global sostenible”, “promueve numerosas acciones locales orientadas al desarrollo sustentable” y “previene y resuelve los conflictos que surgen de la degradación del ambiente”.
Que su fundador y mentor sea el padre de la "perestroika" y la "glasnost" rusas no es un dato menor, pero se necesitaría mucho espacio para explicar cómo, de buenas a primeras, una buena parte de la dirigencia soviética convirtió su recalcitrante comunismo al credo neoliberal más ortodoxo. En este sentido, hay que tener presente algo fundamental: eran (y varios siguen siéndolo) los dirigentes del primer productor de hidrocarburos del mundo y las corporaciones estaban (y están) ávidos de ese elixir. En otras palabras: las corporaciones multinacionales suelen ser harto generosas con quienes les abren los caminos a sus negocios.
Así como la penuria económica y las derrotas militares de la Primer Guerra Mundial crearon las condiciones para la caída del estado zarista y el triunfo de la revolución bolchevique, la implosión del comunismo, probablemente uno de los acontecimientos centrales de la historia contemporánea, comenzó también por la economía. Gracias al terror estalinista y la gerontocracia de los Nikita Kruschev y los Leonid Brezhnev lo que comenzó con tasas de aumento de producción enormes y aumentos del consumo popular terminó definiendo una estructura obsoleta con tasas de productividad muy lejos de las “occidentales”.
Luego de los breves mandatos de Yuri Andrópov (ex jefe de la KGB, la agencia de inteligencia soviética) y Konstantin Chernenko (quien muere, al igual que Brezhnev, de forma dudosa ) aparece en escena un joven Gorbachov. Decimos “joven” porque en los ’80 menos de 1 de cada 14 miembros permanentes del Politburó tenía menos de 61 años y la mitad de ellos ya superaban los setenta, mientras que Gorbachov contaba con sólo 54 añitos.
El meteórico ascenso de Gorbachov, en 1985, se debió a sus vínculos cercanos con Mijail Suslov, principal ideólogo del PCUS y del propio Yuri Andropov (que supo liderar la KGB ya por entonces bien infiltrada por la CIA, la central de inteligencia norteamericana). Los acontecimientos se precipitaron de manera acelerada: en 1986 explota la central nuclear de Chernobyl y se inicia la retirada de las tropas soviéticas en Afganistán, en 1989 el muro de Berlín se derrumba y en un par de años más la Unión Soviética desaparecía. Este vértigo no se puede explicar solamente por el sólo análisis político o sociológico del imperio soviético, evidentemente otras “fuerzas” estaban obrando a la par del agotamiento de un sistema que llevaba consigo, y desde sus orígenes, la semilla de su propia perdición. Hacia fines de los ‘80, la economía soviética se encontraba en su peor estado desde 1945.
La producción caía y el valor del rublo se desvanecía. La inflación actuaba sin misericordia alimentada por un déficit monumental puesto que los soviéticos importaban mayoritariamente en dólares pero exportaban primordialmente en rublos a sus estados satélites. Cualquiera hubiera deducido rápidamente que la ecuación era irremediablemente irresoluble. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, los EE.UU. utilizaron la figura de la URSS para sus propios intereses hasta el momento en que decidieron que era tiempo de voltearla y poner una marioneta que pusiera los recursos naturales rusos a merced de las corporaciones.
En sus memorias, Margaret Thatcher, comenta que todo el plan de Ronald Reagan de la “Guerra de las Galaxias” tuvo la sola intención de hacer colapsar económicamente a la Unión Soviética y, con ello, provocar el derrumbe del socialismo en Europa. En realidad, los EE.UU., durante los mandatos de Reagan y Bush, actuaron sincrónicamente en varios frentes contra la decadente Unión Soviética: manipularon los precios del petróleo saudita para reducir la principal fuente de ingresos genuinos de la URSS, otro tanto hicieron con el oro sudafricano, saturaron de armas a los países del Golfo para que se pelearan entre sí y recalentaran toda la zona, presionaron a la banca internacional para que elevara el costo del crédito a la URSS, establecieron un embargo de cereales, boicotearon la venta de bienes de capital a la industria petrolera rusa y les proveyeron software de control infectado para hacer volar el gasoducto transiberiano, provocaron la invasión de Afganistán y desangraron a los rusos apoyando a los talibanes y financiando a Al Qaeda a través del servicio secreto paquistaní. Asimismo, y como parte del apriete político, financiaron el movimiento polaco Solidaridad liderado por Lech Walesa y lo soportaron desde el propio Vaticano. Desde ya, todo servía para obligar a la URSS a gastar lo que no tenía en una carrera armamentista y ahogarla económicamente. Así las cosas, el poder político ruso metía la cabeza en la boca del lobo y degradaba día a día el nivel de vida de su población.
Frente a semejantes tenazas, la economía soviética sucumbió y Gorbachov sacó a relucir el recetario neoliberal ganándose el aprecio de los principales dirigentes occidentales… Más aún, el verdadero “arquitecto” de la perestroika fue Alexander Yákovlev que se desempeñara como el máximo responsable de los medios de comunicación en época de Gorbachov y de la “glasnost”, nombre con el que se conoció la política de “transparencia informativa”. Curiosamente, Yákovlev había estudiado en la Universidad de Columbia en 1958 (es decir que había conocido las mieles del capitalismo) y había sido embajador en Canadá de 1973 a 1983 (por lo que cuesta creer que los servicios norteamericanos no se le hayan acercado lo suficiente). Y claro, con la fe de los conversos, estaba convencido de la necesidad de desregular y privatizar la economía soviética, de la que se vieron favorecidas corporaciones como Conoco Phillips, British Petroleum, Exxon Mobil y Chevron-Texaco, las cuales se fueron devorando los negocios de las estatales Yukos y Gazprom. Un poco de historia nunca está de más para poner en contexto algunas cuestiones de la actualidad.
Organizaciones “filantrópicas” como la Fundación Rockefeller han servido para disimular operaciones de manipulación cultural muchas veces dirigidas por los propios servicios secretos estadounidenses. Por ello, no es un buen antecedente recibir fondos de la Fundación Rockefeller como lo hace la Green Cross. Menos cuando ex agentes de la CIA colaboran con la bendita ONG desde la Fundación Gorbachov (fundada un año antes que la Green Cross) como, por ejemplo, quien fuera Director de “La Agencia” entre 1995 y 1996 durante el final de la primera Presidencia de Bill Clinton. Nos referimos a John Deutch.
John Mark Deutch pertenece al Bilderberg Group, al directorio de la megaconstructora de armas Raytheon y a la exclusivísima “fraternidad” Psi Upsilon al igual que Nelson Rockefeller y John Negroponte (otro zar de la inteligencia norteamericana). No estamos hablando de “nenes de pecho” sino de personeros de lo más encumbrado y concentrado del poder mundial. Estas verdaderas logias se entrecruzan unas a otras, de hecho el bueno de Deutch tiene muy buenas relaciones con la logia “Phi Beta Kappa” ya que egresó del MIT como Ingeniero Químico y luego se doctoró en Fisicoquímica.
Si se pretende hablar de gobierno mundial en las sombras (a esta altura de la soirée, una cuestión innegable), no puede dejar de mencionarse al Club Bilderberg, a la Comisión Trilateral y, por supuesto, al Council on Foreign Relations que reúne a halcones de toda laya. Junto al mencionado John Mark Deutch, integran el CFR personajes del “calibre” de Zbigniew Brzezinski de la NSA (National Security Agency) o como William Colby, Porter Goss, John E. McLaughlin y Stansfield Turner de la CIA (Central Intelligence Agency). Junto a estas criaturas, integran la importante lista de miembros del Council on Foreign Relations (que podríamos traducir como el Consejo de Relaciones Internacionales) otros “valores humanos” de la talla de David Mulford, Donald Rumsfeld, Condoleezza Rice y Paul Bremer. Según lo que promociona la propia Green Cross en su site oficial, esta ONG “ofrece asistencia a las personas afectadas por las consecuencias ambientales de las guerras y los conflictos”, sin embargo sus miembros se codean con los mismos que promueven esas guerras ¿Toda una paradoja verdad?
De manera que tampoco es una buena carta de presentación que Gorbachov sea también él miembro de honor de la CFR. Sin embargo, las conexiones con el CFR no terminan acá: otra mujer “notable” forma parte tanto del CFR como de la Green Cross, nos referimos a Pat Mitchell, directora del Bank of America y miembro del singular “U.S. Afghan Women's Council” (Consejo de Mujeres Afganas). Como verán, el entramado entre la crema del poder mundial y esta ONG dispuesta a “prevenir” y “resolver” los conflictos “que surgen de la degradación del ambiente” es enorme, lo que pone a la Green Cross en una posición poco “equidistante” a la hora de emitir sus informes. Pero hay más…
Si alguna duda cabe, en los hechos, la ONG presidida por quien fuera galardonado con el Premio Nóbel de la paz en 1990 actúa, bajo su fachada ecologista, colaborando de forma que las corporaciones transnacionales puedan ir apropiándose de los recursos planetarios sin mayores oposiciones de las comunidades locales. Que el magnate de medios y dueño de la CNN, Ted Turner, aporte sus dineros a la Green Cross también debería llamarnos la atención…
Ted Turner creó en 1980 la Cable News Network (CNN) cuya cobertura, en 1990 y 1991, de la guerra del Golfo le dio “fama internacional”. A través de la CNN el Pentágono manipuló a la opinión pública para justificar cuanta invasión y demolición de países creyó necesaria en su búsqueda por asegurarse los recursos petrolíferos de Medio Oriente camuflada de supuesta “guerra contra el terrorismo”.
La fusión de AOL y Time Warner, resultó en la mayor productora de medios del mundo, la AOL Time Warner, que vale más de 350.000 millones de dólares y es controlada por Ted Turner. Este monstruo representa la suma del operador de Internet más grande de Estados Unidos (AOL), la CNN, Cartoon Network, TNT, TCM, publicaciones como Time, People, Sports Illustrated, Fortune o Life, compañías musicales como la Warner Music Group, productoras de cine como la Warner Bros y New Line Cinema y siguen las firmas… No cabe dudas que el emporio de Turner resulta un inmejorable respaldo a la hora de pretender pintar de verde una ONG con las ramificaciones que venimos detallando. Pues bien, Robert Edward "Ted" Turner III, pertenece al directorio “honorario” de la Green Cross que en su web nos comenta que “además de sus donaciones caritativas, Turner ha dedicado sus activos a una mezcla de ambientalismo y capitalismo”. Evidentemente Ted encontró la fórmula para mezclar el agua y el aceite…
Puestos a la luz estos datos, resulta más entendible la preocupación de la Green Cross de pretender mediar en el conflicto por la pastera finlandesa que no es otra cosa que la cabecera de playa del desembarco de una multitud de otras corporaciones interesadas por hacer del Uruguay (y aledaños) la meca de los monocultivos de eucaliptos para producción de pasta de celulosa. En “fila india” vienen anotándose la española ENCE, la sueco-finlandesa Stora Enso, la japonesa Nippon Paper, etc., etc.
Estas referencias también permiten comprender el apuro de la Green Cross por emitir un informe según el cual “Botnia no contamina” sabiendo que, con absoluta certeza, sería levantado por toda la prensa uruguaya y gran parte de los multimedios argentinos hoy en plena campaña de desprestigio de la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú.
Pocas horas antes de la emisión de nuestro programa, se divulgaba un documento del gobierno norteamericano, a través de su representante en Uruguay, por el cual los Estados Unidos defendían la política económica que encara el ministro de Economía uruguayo, Danilo Astori. El comunicado afirmaba que el Uruguay estaba dando “señales positivas hacia los inversores” y destacaba el mantenimiento del clima de negocios y que “en el conflicto diplomático con Argentina por Botnia, Uruguay actuó responsablemente al defender el derecho a la inversión extranjera”. Seguramente la Green Cross hubiera suscripto de mil amores el documento de la Casa Blanca.
El embajador argentino Raúl Estrada Oyuela, a horas de conocido el informe de la Green Cross, aseguró que la pastera Botnia lanzó una campaña de relaciones públicas justo cerca de la fecha en que Argentina tenía que presentar su réplica en el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya y aseguró que el informe de Green Cross es “irrelevante”. Recordemos que Estrada Oyuela fue removido de su cargo de director de Asuntos Ambientales de la Cancillería por el ex presidente Néstor Kirchner (el 21 de septiembre del año pasado) sólo porque se atrevió a decir en público lo que es de una evidencia incontrastable: que la "Argentina no tiene una política ambiental". Además cuestionó las políticas implementadas por la secretaria de Medio Ambiente, Romina Picolotti, que fue incorporada al gabinete kirchnerista (y confirmada por Cristina Kirchner) sólo para intentar cooptar las voluntades de la Asamblea de Gualeguaychú.
Enrique Martínez, Presidente del Instituto Nacional de Tecnología Industrial de La Argentina, criticó duramente el informe de la Green Cross cuestionando el alcance y validez del estudio. A la Green Cross pareciera preocuparle la lluvia ácida y, por ello, midió durante un muy corto período las concentraciones de anhídrido sulfuroso en aire. Sin embargo esto nunca fue un riesgo porque nadie esperaba que la lluvia ácida castigara severamente el área de influencia de Botnia. Donde debió concentrarse, aseguró Martínez, es en detectar la presencia de dioxinas en aire y en agua, así como el aumento de nitratos y fosfatos en el agua. Sin embargo, sobre esto no se han difundido datos. Curioso, o no tanto…
M. S.
A fines de enero de este año, la Green Cross presentó un informe basado en los análisis de los datos de concentración de dióxido de azufre en aire medidos en la zona de Ñandubaysal (un balneario entreriano cercano a la planta de Botnia), los cuales fueron obtenidos con un equipo móvil a nivel del piso entre el 11 de octubre de 2007 y el 30 de noviembre de 200 (recordemos que Botnia comenzó a producir a cerca del 70% de su capacidad a mediados de noviembre). Según este informe, Botnia no estaría contaminando el aire de Gualeguaychú pero, ¿Qué es realmente la Green Cross? ¿A qué intereses responde?
Según su "site" oficial, la Green Cross “promueve normas legales, éticas y de conducta que aseguren cambios básicos en los valores, acciones y actitudes del gobierno, el sector privado y la sociedad civil, necesarios para construir una comunidad global sostenible”, “promueve numerosas acciones locales orientadas al desarrollo sustentable” y “previene y resuelve los conflictos que surgen de la degradación del ambiente”.
Que su fundador y mentor sea el padre de la "perestroika" y la "glasnost" rusas no es un dato menor, pero se necesitaría mucho espacio para explicar cómo, de buenas a primeras, una buena parte de la dirigencia soviética convirtió su recalcitrante comunismo al credo neoliberal más ortodoxo. En este sentido, hay que tener presente algo fundamental: eran (y varios siguen siéndolo) los dirigentes del primer productor de hidrocarburos del mundo y las corporaciones estaban (y están) ávidos de ese elixir. En otras palabras: las corporaciones multinacionales suelen ser harto generosas con quienes les abren los caminos a sus negocios.
Así como la penuria económica y las derrotas militares de la Primer Guerra Mundial crearon las condiciones para la caída del estado zarista y el triunfo de la revolución bolchevique, la implosión del comunismo, probablemente uno de los acontecimientos centrales de la historia contemporánea, comenzó también por la economía. Gracias al terror estalinista y la gerontocracia de los Nikita Kruschev y los Leonid Brezhnev lo que comenzó con tasas de aumento de producción enormes y aumentos del consumo popular terminó definiendo una estructura obsoleta con tasas de productividad muy lejos de las “occidentales”.
Luego de los breves mandatos de Yuri Andrópov (ex jefe de la KGB, la agencia de inteligencia soviética) y Konstantin Chernenko (quien muere, al igual que Brezhnev, de forma dudosa ) aparece en escena un joven Gorbachov. Decimos “joven” porque en los ’80 menos de 1 de cada 14 miembros permanentes del Politburó tenía menos de 61 años y la mitad de ellos ya superaban los setenta, mientras que Gorbachov contaba con sólo 54 añitos.
El meteórico ascenso de Gorbachov, en 1985, se debió a sus vínculos cercanos con Mijail Suslov, principal ideólogo del PCUS y del propio Yuri Andropov (que supo liderar la KGB ya por entonces bien infiltrada por la CIA, la central de inteligencia norteamericana). Los acontecimientos se precipitaron de manera acelerada: en 1986 explota la central nuclear de Chernobyl y se inicia la retirada de las tropas soviéticas en Afganistán, en 1989 el muro de Berlín se derrumba y en un par de años más la Unión Soviética desaparecía. Este vértigo no se puede explicar solamente por el sólo análisis político o sociológico del imperio soviético, evidentemente otras “fuerzas” estaban obrando a la par del agotamiento de un sistema que llevaba consigo, y desde sus orígenes, la semilla de su propia perdición. Hacia fines de los ‘80, la economía soviética se encontraba en su peor estado desde 1945.
La producción caía y el valor del rublo se desvanecía. La inflación actuaba sin misericordia alimentada por un déficit monumental puesto que los soviéticos importaban mayoritariamente en dólares pero exportaban primordialmente en rublos a sus estados satélites. Cualquiera hubiera deducido rápidamente que la ecuación era irremediablemente irresoluble. Desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, los EE.UU. utilizaron la figura de la URSS para sus propios intereses hasta el momento en que decidieron que era tiempo de voltearla y poner una marioneta que pusiera los recursos naturales rusos a merced de las corporaciones.
En sus memorias, Margaret Thatcher, comenta que todo el plan de Ronald Reagan de la “Guerra de las Galaxias” tuvo la sola intención de hacer colapsar económicamente a la Unión Soviética y, con ello, provocar el derrumbe del socialismo en Europa. En realidad, los EE.UU., durante los mandatos de Reagan y Bush, actuaron sincrónicamente en varios frentes contra la decadente Unión Soviética: manipularon los precios del petróleo saudita para reducir la principal fuente de ingresos genuinos de la URSS, otro tanto hicieron con el oro sudafricano, saturaron de armas a los países del Golfo para que se pelearan entre sí y recalentaran toda la zona, presionaron a la banca internacional para que elevara el costo del crédito a la URSS, establecieron un embargo de cereales, boicotearon la venta de bienes de capital a la industria petrolera rusa y les proveyeron software de control infectado para hacer volar el gasoducto transiberiano, provocaron la invasión de Afganistán y desangraron a los rusos apoyando a los talibanes y financiando a Al Qaeda a través del servicio secreto paquistaní. Asimismo, y como parte del apriete político, financiaron el movimiento polaco Solidaridad liderado por Lech Walesa y lo soportaron desde el propio Vaticano. Desde ya, todo servía para obligar a la URSS a gastar lo que no tenía en una carrera armamentista y ahogarla económicamente. Así las cosas, el poder político ruso metía la cabeza en la boca del lobo y degradaba día a día el nivel de vida de su población.
Frente a semejantes tenazas, la economía soviética sucumbió y Gorbachov sacó a relucir el recetario neoliberal ganándose el aprecio de los principales dirigentes occidentales… Más aún, el verdadero “arquitecto” de la perestroika fue Alexander Yákovlev que se desempeñara como el máximo responsable de los medios de comunicación en época de Gorbachov y de la “glasnost”, nombre con el que se conoció la política de “transparencia informativa”. Curiosamente, Yákovlev había estudiado en la Universidad de Columbia en 1958 (es decir que había conocido las mieles del capitalismo) y había sido embajador en Canadá de 1973 a 1983 (por lo que cuesta creer que los servicios norteamericanos no se le hayan acercado lo suficiente). Y claro, con la fe de los conversos, estaba convencido de la necesidad de desregular y privatizar la economía soviética, de la que se vieron favorecidas corporaciones como Conoco Phillips, British Petroleum, Exxon Mobil y Chevron-Texaco, las cuales se fueron devorando los negocios de las estatales Yukos y Gazprom. Un poco de historia nunca está de más para poner en contexto algunas cuestiones de la actualidad.
Organizaciones “filantrópicas” como la Fundación Rockefeller han servido para disimular operaciones de manipulación cultural muchas veces dirigidas por los propios servicios secretos estadounidenses. Por ello, no es un buen antecedente recibir fondos de la Fundación Rockefeller como lo hace la Green Cross. Menos cuando ex agentes de la CIA colaboran con la bendita ONG desde la Fundación Gorbachov (fundada un año antes que la Green Cross) como, por ejemplo, quien fuera Director de “La Agencia” entre 1995 y 1996 durante el final de la primera Presidencia de Bill Clinton. Nos referimos a John Deutch.
John Mark Deutch pertenece al Bilderberg Group, al directorio de la megaconstructora de armas Raytheon y a la exclusivísima “fraternidad” Psi Upsilon al igual que Nelson Rockefeller y John Negroponte (otro zar de la inteligencia norteamericana). No estamos hablando de “nenes de pecho” sino de personeros de lo más encumbrado y concentrado del poder mundial. Estas verdaderas logias se entrecruzan unas a otras, de hecho el bueno de Deutch tiene muy buenas relaciones con la logia “Phi Beta Kappa” ya que egresó del MIT como Ingeniero Químico y luego se doctoró en Fisicoquímica.
Si se pretende hablar de gobierno mundial en las sombras (a esta altura de la soirée, una cuestión innegable), no puede dejar de mencionarse al Club Bilderberg, a la Comisión Trilateral y, por supuesto, al Council on Foreign Relations que reúne a halcones de toda laya. Junto al mencionado John Mark Deutch, integran el CFR personajes del “calibre” de Zbigniew Brzezinski de la NSA (National Security Agency) o como William Colby, Porter Goss, John E. McLaughlin y Stansfield Turner de la CIA (Central Intelligence Agency). Junto a estas criaturas, integran la importante lista de miembros del Council on Foreign Relations (que podríamos traducir como el Consejo de Relaciones Internacionales) otros “valores humanos” de la talla de David Mulford, Donald Rumsfeld, Condoleezza Rice y Paul Bremer. Según lo que promociona la propia Green Cross en su site oficial, esta ONG “ofrece asistencia a las personas afectadas por las consecuencias ambientales de las guerras y los conflictos”, sin embargo sus miembros se codean con los mismos que promueven esas guerras ¿Toda una paradoja verdad?
De manera que tampoco es una buena carta de presentación que Gorbachov sea también él miembro de honor de la CFR. Sin embargo, las conexiones con el CFR no terminan acá: otra mujer “notable” forma parte tanto del CFR como de la Green Cross, nos referimos a Pat Mitchell, directora del Bank of America y miembro del singular “U.S. Afghan Women's Council” (Consejo de Mujeres Afganas). Como verán, el entramado entre la crema del poder mundial y esta ONG dispuesta a “prevenir” y “resolver” los conflictos “que surgen de la degradación del ambiente” es enorme, lo que pone a la Green Cross en una posición poco “equidistante” a la hora de emitir sus informes. Pero hay más…
Si alguna duda cabe, en los hechos, la ONG presidida por quien fuera galardonado con el Premio Nóbel de la paz en 1990 actúa, bajo su fachada ecologista, colaborando de forma que las corporaciones transnacionales puedan ir apropiándose de los recursos planetarios sin mayores oposiciones de las comunidades locales. Que el magnate de medios y dueño de la CNN, Ted Turner, aporte sus dineros a la Green Cross también debería llamarnos la atención…
Ted Turner creó en 1980 la Cable News Network (CNN) cuya cobertura, en 1990 y 1991, de la guerra del Golfo le dio “fama internacional”. A través de la CNN el Pentágono manipuló a la opinión pública para justificar cuanta invasión y demolición de países creyó necesaria en su búsqueda por asegurarse los recursos petrolíferos de Medio Oriente camuflada de supuesta “guerra contra el terrorismo”.
La fusión de AOL y Time Warner, resultó en la mayor productora de medios del mundo, la AOL Time Warner, que vale más de 350.000 millones de dólares y es controlada por Ted Turner. Este monstruo representa la suma del operador de Internet más grande de Estados Unidos (AOL), la CNN, Cartoon Network, TNT, TCM, publicaciones como Time, People, Sports Illustrated, Fortune o Life, compañías musicales como la Warner Music Group, productoras de cine como la Warner Bros y New Line Cinema y siguen las firmas… No cabe dudas que el emporio de Turner resulta un inmejorable respaldo a la hora de pretender pintar de verde una ONG con las ramificaciones que venimos detallando. Pues bien, Robert Edward "Ted" Turner III, pertenece al directorio “honorario” de la Green Cross que en su web nos comenta que “además de sus donaciones caritativas, Turner ha dedicado sus activos a una mezcla de ambientalismo y capitalismo”. Evidentemente Ted encontró la fórmula para mezclar el agua y el aceite…
Puestos a la luz estos datos, resulta más entendible la preocupación de la Green Cross de pretender mediar en el conflicto por la pastera finlandesa que no es otra cosa que la cabecera de playa del desembarco de una multitud de otras corporaciones interesadas por hacer del Uruguay (y aledaños) la meca de los monocultivos de eucaliptos para producción de pasta de celulosa. En “fila india” vienen anotándose la española ENCE, la sueco-finlandesa Stora Enso, la japonesa Nippon Paper, etc., etc.
Estas referencias también permiten comprender el apuro de la Green Cross por emitir un informe según el cual “Botnia no contamina” sabiendo que, con absoluta certeza, sería levantado por toda la prensa uruguaya y gran parte de los multimedios argentinos hoy en plena campaña de desprestigio de la Asamblea Ambiental de Gualeguaychú.
Pocas horas antes de la emisión de nuestro programa, se divulgaba un documento del gobierno norteamericano, a través de su representante en Uruguay, por el cual los Estados Unidos defendían la política económica que encara el ministro de Economía uruguayo, Danilo Astori. El comunicado afirmaba que el Uruguay estaba dando “señales positivas hacia los inversores” y destacaba el mantenimiento del clima de negocios y que “en el conflicto diplomático con Argentina por Botnia, Uruguay actuó responsablemente al defender el derecho a la inversión extranjera”. Seguramente la Green Cross hubiera suscripto de mil amores el documento de la Casa Blanca.
El embajador argentino Raúl Estrada Oyuela, a horas de conocido el informe de la Green Cross, aseguró que la pastera Botnia lanzó una campaña de relaciones públicas justo cerca de la fecha en que Argentina tenía que presentar su réplica en el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya y aseguró que el informe de Green Cross es “irrelevante”. Recordemos que Estrada Oyuela fue removido de su cargo de director de Asuntos Ambientales de la Cancillería por el ex presidente Néstor Kirchner (el 21 de septiembre del año pasado) sólo porque se atrevió a decir en público lo que es de una evidencia incontrastable: que la "Argentina no tiene una política ambiental". Además cuestionó las políticas implementadas por la secretaria de Medio Ambiente, Romina Picolotti, que fue incorporada al gabinete kirchnerista (y confirmada por Cristina Kirchner) sólo para intentar cooptar las voluntades de la Asamblea de Gualeguaychú.
Enrique Martínez, Presidente del Instituto Nacional de Tecnología Industrial de La Argentina, criticó duramente el informe de la Green Cross cuestionando el alcance y validez del estudio. A la Green Cross pareciera preocuparle la lluvia ácida y, por ello, midió durante un muy corto período las concentraciones de anhídrido sulfuroso en aire. Sin embargo esto nunca fue un riesgo porque nadie esperaba que la lluvia ácida castigara severamente el área de influencia de Botnia. Donde debió concentrarse, aseguró Martínez, es en detectar la presencia de dioxinas en aire y en agua, así como el aumento de nitratos y fosfatos en el agua. Sin embargo, sobre esto no se han difundido datos. Curioso, o no tanto…
M. S.
Programa del 6 de marzo de 2008.
1 comentario:
Su actuacion en el desastre de chernobyl es mas que cuestionable, no le impoporto un comino con su propia gente con tal de tapar el escandalo, su reaccion tardia al evacuar el la muestra mas evidente de quien es y que lo motiva $$$$$
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