sábado, 8 de septiembre de 2007

EL ECOCIDIO TIENE CARA DE MUJER

Desde los inicios de la construcción humana, el género (lo femenino y lo masculino) constituyó una línea divisoria, particularmente en términos de dominación del hombre sobre la mujer y sobre la naturaleza. La primera diferenciación del trabajo ocurrió en función del sexo: los cazadores, hombres, pasaron de capturar animales a apresar a otros hombres expropiando el trabajo productivo de otros humanos y secuestrando y ultrajando sus mujeres y niños. Esta violación se terminó convirtiendo en estructura perdurando en términos de división social y de género. La banda cazadora de antaño se convirtió en la clase dominante de nuestros días.

El secuestro original del trabajo femenino tiene un correlato equivalente en el despojo de nuestra Madre Tierra. La clase dominante ha institucionalizado la propiedad a base de violencia y su maquinaria se autoexpande sometiendo a todo el planeta al régimen de acumulación de capital y valor produciendo inevitablemente un ecocidio cada vez más difícil de ocultar. Esta negación del prójimo de todo orden es el núcleo de la ecodesintegración. El hombre construye la fantasía de la dominación de la naturaleza al no reconocerse parte de ella. Integridad ecosistémica y capitalismo son mutuamente excluyentes y, en medio de una carrera hacia el abismo, la hora de la decisión final se va acercando…

En cuestiones de pobreza y medio ambiente, el género vaya si hace la diferencia: el 70% de la población mundial en condiciones de pobreza son mujeres; 720 niños y niñas mueren de hambre cada hora que pasa y 842 millones de personas están desnutridas, sin embargo las mujeres y niñas aportan una parte sustantiva del trabajo para la producción de alimentos. Menos de una de cada 10 mujeres campesinas en India, Nepal y Tailandia, son propietarias de tierra. Las mujeres no propietarias de terrenos en América Latina van en aumento. México muestra la brecha más grande de género en cuanto a la tenencia de la tierra. Allí, solamente el 21% de las mujeres son propietarias.

Las mujeres ven pasar el alimento y el dinero para comprarlo: los ingresos femeninos equivalen al 75% de los ingresos masculinos en los países desarrollados. Pero ellas ganan, en el total mundial una tercera parte de lo que ganan los hombres. Recordemos: de cada diez pobres, siete son mujeres y apenas una de cada cien mujeres es propietaria de algo. El espacio público sigue monopolizado por los machos. En la mismísima ONU, que predica el derecho a la igualdad, en sus niveles de decisión los machitos ocupan 8 de cada 10 cargos.

Las mujeres de los países subdesarrollados emplean entre 2 y 9 horas cada día para recoger combustible y forraje. La contaminación en el hogar, producto del uso de combustibles a base leña, carbón o estiércol, produce la muerte de 2 millones de mujeres, niñas y niños cada año. Más de 500.000 mujeres mueren al año durante el embarazo o el parto. En la India un gran número de abortos se debe al transporte de cargas muy pesadas de agua o combustibles durante el embarazo. En Nepal, las mujeres sufren una alta incidencia de prolapso uterino, como resultado de llevar cargas pesadas de leña después del parto. Los hombres del mundo invierten cerca de 10 veces menos tiempo en este tipo de labores domésticas.
No hay cuerpo que aguante: nuestra Madre Naturaleza, nuestra Madre Tierra padece una violación tras otra y, cuando se queja, el periodismo la tilda de injusta. En un solo día el mundo industrial consume el equivalente a 10.000 años de actividad bioecológica. Es decir el macho humano degrada su planeta a una velocidad 3 millones de veces superior a la que este puede recomponerse.

La destrucción del medio ambiente no es un accidente del sistema si no su quintaesencia. El modelo de acumulación de capital y la apropiación del trabajo productivo encuentra en el género femenino y la Madre Tierra sus víctimas principales. No hay piedad por el agua, ni por la tierra ni por el aire ni por las criaturas que en esos elementos habitan. Todo es materia consumible del sistema. Todo es privatizable. Como en un enorme prostíbulo el hombre sigue creyendo que puede hacer impunemente lo que le plazca. Hasta que la mujer diga basta…
M.S.
Programa del 15 de marzo de 2007

No hay comentarios: