sábado, 8 de septiembre de 2007

LA CONQUISTA DEL DESIERTO

El domingo 17 de junio se conmemoró el Día Mundial de Lucha contra la Desertificación y el lunes siguiente comenzó en Santo Domingo, República Dominicana, el V Foro África, América Latina y el Caribe sobre Desertificación, con los auspicios de la ONU. En el país anfitrión del foro, el mal uso y manejo de los suelos, combinado con la escasez de lluvia y la alta evaporación, han provocado que un 70% del territorio dominicano esté parcial o totalmente afectado por la desertificación, afectando a cinco millones de personas.

En 1992, durante la Conferencia Mundial de Medio Ambiente de Río de Janeiro se propuso la creación de la Convención de Lucha contra la Desertificación que fue adoptada en 1994 y entró en vigor en 1996 al alcanzarse la 50ª ratificación. Hoy forman parte de la misma más de 179 Estados. Esta Convención establece las pautas para luchar contra la desertificación y mitigar los efectos de la sequía a través del mejoramiento de la productividad del suelo, su rehabilitación y la conservación de los recursos de las tierras y los recursos hídricos.

Por desertificación se entiende la degradación de tierras áridas, semiáridas y zonas sub húmedas secas causada por variaciones climáticas o actividades humanas tales como el cultivo y el pastoreo excesivo, la deforestación y la falta de riego. Se trata de un proceso por el cual las tierras afectadas pierden su capacidad productiva y, por ende, impacta directamente en la seguridad alimentaria y la pobreza.

El 70% de los 5.200 millones de hectáreas de tierras secas que se utilizan con fines agrícolas en todo el mundo ya están degradadas. Según el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, la desertificación amenaza a la cuarta parte de las tierras del planeta. Más de 250 millones de personas se hallan directamente afectadas por la desertificación y cerca de 1.000 millones de habitantes en más de 100 países están amenazados por ella, por supuesto, hablamos de los más pobres, marginados y políticamente débiles del mundo.

Nuestro país no es la excepción, la degradación y erosión de suelos adquieren en La Argentina una gravedad que muchos desconocen. De sus 270Mha sólo el 25% corresponde a regiones húmedas y subhúmedas; el resto, unos 205Mha presenta riesgos de desertificación. Un tercio de la población del país (10M personas) vive en zonas secas, y de éstas proviene alrededor de la mitad de la producción agropecuaria nacional (100 hectáreas equivale a 1 km2).

La Argentina ocupa gran parte de su territorio con actividades agrícolas, ganaderas y forestales, generando un impacto importante en la base de sus recursos naturales. 112 millones de ha están sufriendo algún tipo de procesos degradatorios y más de 60 millones de ha están sujetas a procesos erosivos de moderados a graves y cada año se agregan 650.000 ha, con distintos grados de erosión. Hablamos de cerca de 15 millones de ha que sufren erosión eólica y 45 millones que padecen de erosión hídrica.

La Argentina suscribió en 1994 y ratificó en 1996 la Convención de las Naciones Unidas de Lucha contra la Desertificación y se han creado numerosos programas dependientes de la Secretaría de Ambiente destinados a luchar contra este problema. Curiosamente, también en 1996, Felipe Solá, el Secretario de Agricultura de Menem, autoriza la siembra en nuestro país de la soja transgénica de la Monsanto. Justamente el avance de la frontera agropecuaria producto de la metástasis de la soja sigue produciendo un descomunal desmonte que ha agravado notablemente el fenómeno de la desertización.

Las prácticas de deforestación y desmonte han hecho que más del 80 % de las planicies con bosques y arbustales con potencial agrícola estén desmontados en las ecoregiones Pampeana, Selva Tucumano Oranense, el Gran Chaco, el Espinal y hasta la selva Paranaense. Recordemos que se arrasan 850.000 ha al año de bosque nativo (a este ritmo habremos acabado con nuestros bosques en un par de décadas).
La situación es tan grave que más de 180 millones de ha deberían estar recibiendo urgentemente un manejo especial y apropiado acorde a su potencialidad y grado de sustentabilidad para recuperar la pérdida de productividad que han experimentado. Esto no sucede y para un agroexportador como el nuestro, la desertificación es virtualmente la enfermedad ecológica más grave. Pero nadie parece tomar nota del desastre. Y, mientras tanto, el desierto avanza…
M.S.

Programa del 21 de junio de 2007

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